Thursday, July 08, 2004

AMADAS IMAGINARIAS

EL ORDEN DE ESTOS FACTORES NO ALTERA EL PRODUCTO
Diane Kruger
Gina Bersaglieri

Wednesday, July 07, 2004

MEMORIAS DE UN RADIOESCUCHA...

Permitanme presentarme y contarles mi historia:

Era un asiduo radioescuha de ROCK 101 y por azares del destino me
entero de la existencia de este grupo y no saben la nostalgia que me
invadió el recordar a nuestra añorada estación más aun cuando me
entero de las reuniones que ya tienen programadas el sentimiento me
embargo al recordar tantas y tantas cosas que vivi al escuchar R0CK
101 PURO, TOTAL Y ABSOLUTO ROCK AND ROLL.
Inemdiatamente me eché un clavado en los mensajes para conocer la
evolución del grupo , por cierto voy en el mensaje #159 (allá por
septiembre del 2002 )y ya estaré terminandolos algun dia no muy
lejano.
Lamentablemente por cuestiones personales y laborables me es
sumamente dificil poder asistir a las reuniones, no saben cuanto me
gustaria estar alli y poder echarnos una cervezas, pero creanme que
les mando un montón de saludos y mi reconocimiento por haber hecho
este proyecto de revivir de alguna manera a nuestra estación,
estación que marco de manera significativa la vidad de muchos de
nosotros.

A estas alturas y despues de algunos años sería posible conseguir
algo de memorabilia de la estación, cd con viñetas, playeras etc.....?
Favor de comentar.

Saludos y éxito.

p.s.Por cierto y como comentario meramente anecdótico hace
exactamente 18 años me estaba poniendo una borrachera marca diablo
escuchando una canción de Bob Dylan llamada "Just Like a Woman" por
supuesto en ROCK 101 , mas tarde esa canción tendría su viñeta.

ESA AVENTURA DE 50 AÑOS

The Beatles, Rolling Stones, Velvet Underground y Elvis Presley
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Por: Javier PÉREZ DE ALBÉNIZ


***Se cumplen 50 años de la música que cambió el mundo***

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Es sólo rock and roll (pero me gusta). Los Rolling Stones resumieron la enorme vitalidad de un género que el 5 de julio cumplirá nada menos que 50 años.

La fecha, como todas, es un referente y recuerda la primera grabación de Elvis Presley, That's all Right, en 1954.
Pese a John Lennon, hubo mucha música antes pero, sobre todo, hubo un
big bang sociocultural después. El Cultural ha querido abrir sus
páginas a este aniversario recorriendo las principales paradas de esa
gran autopista llamada rock. Escriben Celsa Alonso en la Primera
Palabra y el director de la ONE Josep Pons. Además, la música clásica
juzga su importancia.


El milagro se produjo el 5 de julio de 1954 en el estudio de la
discográfica Sun Records, un cuartucho de mala muerte situado en el
706 de Union Avenue, en Memphis (Tennesse). Un arrogante chaval de 19
años entró en ese local siendo un humilde camionero y, después de
grabar una canción de tres minutos de duración, salió a la calle
convertido en un rey. Se llamaba Elvis Aron Presley y flotaba sobre
el recalentado asfalto sureño convencido de que su destino era la
gloria: había dinamitado la cultura juvenil, creado el fenómeno
social más importante del siglo XX y cambiado el curso de los tiempos.

Elvis Presley había inventado el rock and roll. O al menos eso
parecía. Un análisis más profundo puede limitar su importancia hasta
convertirle en un simple embajador blanco de los sonidos creados por
los negros. El rock es una música bastarda, engendrada en una
plantación de algodón, gestada en una destilería clandestina y parida
en un burdel. Elvis adoraba el blues, la música del diablo, y no dudó
en recoger las esencias de esos sonidos oscuros (cantos de trabajo,
blues, gospel…), rebajar su negritud con algo de country y
vendérselas al mundo envueltas en un par de golpes de cadera.

Un bastardo llamado rock
Los jóvenes necesitaban algo así. Una cultura propia que eliminase de
su repertorio las melodías sensibleras de Frank Sinatra, los buenos
modales de Doris Day y la belicosa prepotencia de Eisenhower y Nixon.
Una revolución que desperezase a una sociedad aletargada, que pusiese
fin a la segregación racial y se rebelase contra las normas
establecidas. Cuando Elvis grabó esa legendaria canción, titulada
That's All Right, en Estados Unidos se botaba el primer submarino
atómico y se destituía al senador McCarthy por su caza de brujas. El
resto del planeta comenzaba a tararear las canciones de los ocho
países que participaron en el primer Festival de Eurovisión. La
escritora norteamericana Susan Sontag tenía entonces 21 años: "Elvis
y Chuck Berry hicieron que abandonara a mi marido y me olvidara del
mundo académico", dijo.

Elvis fue el rey blanco y Jerry Lee Lewis el rival más directo para
ocupar su trono. Buddy Holly, Gene Vincent y Eddie Cochran fueron
dignos escuderos. Chuck Berry, Little Richard y Bo Diddley tenían
tanta o más clase que ellos, pero el color de su piel les impidió
luchar en igualdad de condiciones. Un problema racial que mantuvo en
el anonimato, y privó de los derechos sobre sus canciones, a algunos
de los creadores más importantes en la historia del blues y el rock
negro, las fuentes en la que posteriormente beberían los rockeros
blancos: Elmore James, Howlin' Wolf, Freddie King, Muddy Waters,
Lonnie Jonson, Big Bill Broonzy…

El big bang
Un huracán de ritmo y blues sacudía las estructuras de Norteamérica.
En Inglaterra contemplaban este fenómeno con las orejas muy abiertas:
las emisoras de radio comenzaron a emitir rock, se crearon sellos
discográficos especializados, se abrieron garitos para tocar en
directo… Si eras joven y no querías ser como Elvis es que estabas
muerto.

El 2 de agosto de 1961 The Beatles debutaron en un antro llamado The
Cavern tocando rock and roll al estilo británico. Once meses más
tarde los Rolling Stones se presentaban en el Marquee londinense. Los
primeros sintonizaron de inmediato con el público y con las listas de
éxito convirtiéndose en una leyenda: "Somos más conocidos que
Jesucristo", aulló John Lennon mucho antes de ser tiroteado en el
pecho. Los segundos subieron el volumen de sus amplificadores,
encendieron unos porros y apostaron por mantener un sonido negroide y
constantes problemas con la ley y la moral: los Stones eran los
chicos malos, sus satánicas majestades, y estaban ahí para
recordarnos que el rock traía problemas.

Al reclamo del sexo, las drogas y el rock and roll se apuntaron
decenas de bandas británicas con personalidad propia, y con líderes
muy definidos: los Them de Van Morrison, los Animals de Eric Burdon,
los Kinks de Ray Davis… Y los Yardbirds, una fábrica de crear
guitarristas (Eric Clapton, Jimmy Page y Jeff Beck), que pontificaban
sobre el instrumento con el que se construyó el rock y sobre los doce
compases que le dieron sentido.

En Estados Unidos se mantuvieron fieles a sus raíces. Los negros, con
una discográfica llamada Tamla Motown como bandera, vieron crecer a
estrellas del calibre de Marvin Gaye, Stevie Wonder, Otis Reading,
Ray Charles o Sam Cooke. Motown nació como empresa familiar y, a lo
largo de más de un centenar de números uno en las listas
norteamericanas, creó un sonido propio perfectamente identificable
donde se compaginaban la comercialidad y la calidad. Bautizada como
La Fábrica de Éxitos, es un ejemplo de discográfica coherente.

Mientras tanto, los blancos apostaron por revisar el folklore y
confiar el futuro de la música popular a un genio de carácter agrio y
talento infinito: Robert Allen Zimmerman, más conocido como Bob
Dylan, el hombre incapaz de escribir una canción mediocre. Dylan
reinventó el folk y sembró poesía en el rock. Su concierto en el
Festival de Newport en 1965, empuñando una guitarra eléctrica, le
enfrentó a los puristas del folk, que un año después llegaron a
interrumpir su legendaria actuación en el Royal Albert Hall al grito
de "¡Judas!". Había nacido el cantautor eléctrico, y la lista de
aquellos que siguieron su pasos ha sido tan larga como jugosa: Neil
Young, John Fogerty, Bruce Springsteen, Jackson Browne, Steve Earle,
Steve Forbert…

El rock se hace hippie
La música como catalizador ideológico y como distribuidor de sueños.
Corría 1967 y quedaban arrinconados los impulsos rebeldes del primer
rock and roll en favor de una propuesta de revolución social basada
en la paz, el amor… y las flores. Los hippies lucharon por un mundo
mejor mientras escuchaban a The Doors, a Janis Joplin, a Jimmy
Hendrix, a Jefferson Airplane, a Grateful Dead… El LSD era la droga
de moda y la Costa Oeste californiana el paraíso.

"Vive deprisa, muere joven y tendrás un cadáver bien parecido",
acostumbraba a decir Mick Jagger citando a Truman Capote. Los abusos
y la vida salvaje se cobraron numerosas víctimas, nombres ilustres en
la crónica negra del rock. El primero fue Buddy Holly, pero los más
llorados tenían por apellidos Hendrix, Jones, Joplin, Morrison… Todos
ellos participaron en los grandes festivales al aire libre que
marcaron esas fechas y dieron a la música en directo una gran
importancia, tanto en el ámbito sonoro como en el de acontecimiento
social. Isla de Wight (31 de agosto y 1 de septiembre del 68) y
Woodstock (15-17 agosto del 67) fueron conciertos multitudinarios en
los que se reunieron más de 500.000 y de 450.000 personas,
respectivamente. Meses después el New York Times reconocía en un
editorial que el rock se había convertido en el arte actual más
popular, vital y creativo.

En los años 70 aparecen los primeros síntomas de saturación. Las
fronteras musicales estallan en mil pedazos y el rock apuesta por la
experimentación, las alianzas y las vanguardias. Las canciones
pierden definitivamente su estructura y los músicos progresivos
buscan inspiración en el jazz y la música clásica. Yes, Pink Floyd,
Genesis, King Krimson, Emerson, Lake and Palmer y Frank Zappa graban
discos densos con estructuras sinfónicas. Es tiempo de etiquetas.
Miles Davis lidera de forma inconsciente un movimiento conocido como
jazz-rock, Gram Parsons se convierte en una leyenda del country-rock,
Duane Allman conduce el tren del rock sureño, Ritchie Blackmore
incendia el heavy-metal, David Bowie y Marl Bolan se disputan el
trono del glam-rock, Lou Reed camina por el lado salvaje del rock
urbano…

La música en directo se convierte en un espectáculo total. Se
multiplican los vatios de sonido, los juegos de luces cobran una
importancia descomunal y los efectos especiales están a la orden del
día. Un concierto es una ceremonia, y cuanto más espectacular sea su
coreografía más éxito tiene. Los grupos sinfónicos utilizan fuegos
artificiales, los cantantes de rock duro se maquillan hasta quedar
irreconocibles y Bowie proclama su bisexualidad a los cuatro vientos.
El espectáculo debe continuar…

El punk o la pérdida de la inocencia
Demasiados neones, demasiados nombres compuestos, demasiados
intereses comerciales, demasiados músicos esclavos de las exigencias
del mercado. El rock se hace adulto, pierde sus raíces combativas y
se acomoda en el conservadurismo. Sólo una nueva revolución podía
devolverle su espíritu primigenio, una revolución que retomase los
patrones utilizados por Elvis y sus colegas los viejos rockers:
rabia, provocación y canciones ruidosas de menos de tres minutos de
duración. Era la fórmula del punk, el sonido que devolvió la vida al
panorama musical en el final de los años setenta. Los Sex Pistols
fueron una caricatura, pero decenas de buenas bandas demostraron que
la verdad del rock se escondía detrás de tres miserables acordes y
del grito "¡No hay futuro!": The Clash, The Ramones, The Damned, The
Stranglers… La sofisticación de ese sonido básico recibió el nombre
de Nueva Ola y, ya con un carácter más optimista, albergó a
compositores tan lúcidos como Elvis Costello, Joe Jackson, David
Byrne, Paul Weller o el mismísimo Sting. Estados Unidos e Inglaterra
encabezan todos los nuevos movimientos rocanroleros. Todos excepto
los mestizos, aquellos que funden las músicas del mundo con baterías
y guitarras eléctricas, producto de culturas juveniles de lugares
olvidados pero vivos. Los guitarrones centroamericanos cruzan el Río
Grande, y los ritmos más sabrosos llegan desde el Caribe. Las músicas
de Puerto Rico, de Colombia, de Cuba, de México, de Brasil y de Santo
Domingo llegan a los barrios de las ciudades norteamericanas, y
llegan para quedarse. Bob Marley y su reggae de alto voltaje
encandilan a los rockeros más duros, aquellos que miran para otro
lado cuando se habla de salsa, de samba o de bolero. Amigo de los
mensajes políticos, Marley luchó "para despertar al pueblo negro de
una pesadilla que duraba siglos".

La autopista pasa por España
La España de los sesenta se mantenía aletargada. Los Beatles, que
pisaron suelo español por primera vez a las 17,40 horas del 1 de
julio de 1965, fueron un regalo de los dioses. Veinticuatro horas
después actuaron en la madrileña plaza de toros de Las Ventas, con
Los Pekenikes y Torrebruno como teloneros, y el día 3 en la
Monumental de Barcelona con los Pirex como artistas invitados. No era
aquella una España muy roquera, y la prensa del Movimiento publicó
que "el fracaso del concierto" se debía a que "la juventud española
es más cuerda y más sana que la de otros países que se dicen
avanzados".

El rock llegó a España tarde y mal. Pero llegó, con toda seguridad
bajo la influencia de los Beatles, y lo hizo en dos oleadas que sin
aportar demasiado a la historia de este género musical merecen
recordarse. La primera, en los años sesenta, dejó grandes grupos con
mala suerte (Los Salvajes, Lone Star, Los Gatos Negros, Los Cheyenes)
y bandas que tuvieron su momento de gloria (Los Brincos, Los
Canarios, Los Bravos). Hablar del rock ibérico de los sesenta tal vez
sea excesivo: los grises perseguían las greñas, las guitarras
distorsionadas y movimientos lascivos. Es más realista hablar de una
España ye-ye que lucía un prudente flequillo y se movía
cadenciosamente al ritmo del siempre sensato Dúo Dinámico. La segunda
avanzadilla rockera llegó a España una década más tarde de la mano de
un grupo madrileño que aún no ha sido superado: Burning. Esta banda
asfaltó el camino por el que poco después circularían Leño, Tequila…
y los innovadores músicos del rock andaluz. Estos últimos, con Triana
y Veneno al frente, tal vez fueron los únicos que ofrecieron al mundo
un rock ibérico realmente original.

Inmediatamente después, en la década de los ochenta, las necesidades
sonoras de una sociedad en ebullición provocaron el nacimiento de la
llamada Nueva Ola Madrileña, un movimiento que se movía a rebufo de
los ritmos que entonces sacudían Inglaterra y Estados Unidos. La
movida prometía grandes cosas, pero fue engullida por su propia
inconsistencia. Y por la manipulación de los medios, empeñados en
meter en un mismo saco a grupos tan diferentes como Nacha Pop y
Zombies, Elegantes y Mecano, Siniestro Total y La Mode, Mermelada y
Objetivo Birmania, Secretos y Aviador Dro...

La industria devora a la criatura
En los 80 el rock parece haber llegado al final del camino. Se había
disipado la energía inicial y apenas quedaban caminos por explorar.
La música que se había enfrentado a la sociedad y que había amenazado
sus buenas costumbres había sido engullida por el poder y convertida
en negocio. Pero la industria discográfica, que no parecía dispuesta
a prescindir del Don Perignon y las limusinas, reinventó el negocio
de la forma más burda: concediendo mayor importancia a la imagen del
artista que a su música. En las emisoras de radio venden a Spandau
Ballet como soul blanco y a Miguel Bosé como el Bowie ibérico. Malos
tiempos para el rock, buenos para los realizadores de videoclips, los
maquilladores, las estrellas de plexiglas, las radios comerciales y
los periodistas corruptos. Un soplo de aire fresco: Paul Simón
redescubre África. Vientos de cambio que nos presentan a Youssou
N'Dour y Fela Kuti, que facilitan colaboraciones tan espléndidas como
las que dieron origen al disco Songhai (el bajista británico Danny
Thompson, el músico de Mali Toumani Diabate y miembros de Ketama) y
que hacen que músicos de blues del siglo XXI como Corey Harris viajen
hasta el continente negro para recuperar el feeling perdido.
Mientras, en las calles en las que hace 50 años se tocaba la guitarra
y se tarareaba That's All Right los jóvenes presionan el play de sus
grandes "loros" y rapean con las mismas ganas que entonces de remover
los cimientos de una sociedad que no les entiende.

Rap, Mp3 y mediocridad. ¿Fin de trayecto?
Ha pasado medio siglo desde que la pelvis de Elvis hiciera temblar el
mundo por primera vez. La televisión utiliza las canciones de Chuck
Berry para vender coches, los Stones continúan grabando discos y Sony
Music sigue buscando al sustituto de un Bob Dylan que, por cierto, se
mantiene en la carretera. "El rock es un pozo agotado. La gente
debería mirar de nuevo al blues… y a esos chicos que cantan rap",
dijo poco antes de morir el gran John Lee Hooker. En el siglo XXI
tenemos la discoteca en la red y en un bolsillo nos caben 10.000
canciones. La tecnología amenaza con engullirse a una industria
discográfica que no ha sabido adaptarse a los tiempos. No es una mala
noticia: puede que se supriman los intermediarios y que el control de
la música acabe en manos de los músicos.